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Sistema Informativo Multidimensionale del "Castillo de la Real Fuerza"




Il castello / Il monumento

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Il monumento

Traspasando el otrora puente levadizo de la única fortaleza de foso húmedo en Cuba, el visitante tiende a mirar hacia abajo para apreciar las aguas freáticas que lo llenan. Suele ignorar así una de las obras escultóricas más antiguas de que se tengan noticias en el país: el escudo de armas de la Casa de Austria, labrado en Sevilla y colocado en 1579 sobre la entrada del Castillo de La Real Fuerza. Ya en el interior del actual museo, La Giraldilla recibe al público y llama la atención de aquel que vio idéntica imagen coronando la torre campanario de la edificación.

En los inicios del siglo XVIII, el Castillo de la Real Fuerza estaba coronado por una estatuilla: La Giraldilla; un dicho popular rezaba que quien nos visite [sic] y no la vea, [sic] no ha [sic] visto la villa, y tenían razón. De los símbolos habaneros mencionados no queda duda de que ésta [sic] ha sido la [sic] que más ha despertado la imaginería [sic] popular. Se le adjudican leyendas, como que fue creada a imagen y semejanza de Isabel de Bobadilla, quien esperó inútilmente durante tres años a su esposo, el gobernador Hernando de Soto, descubridor de la Florida en mayo de 1539, y que jamás regresara.

Otra historia, aunque menos conocida, es la que generó el apellido del escultor de la Giralda, Pinzón, similar al de uno de los comerciantes que viajó con Cristóbal Colón y al que muchos atribuyen la creación de la estatuilla a pesar de no coincidir en el tiempo. Ambas fábulas se desmoronan ante el hallazgo histórico que a continuación presentamos, pues tanto Isabel de Bobadilla como Pinzón, vivieron cien años antes de que se creara la Giraldilla.



Pasado el tiempo, la Giraldilla bajó de su pedestal para encontrarse en cualquier parte de la ciudad o del mundo: es el nombre de una de las lanchas que atraviesan la Bahía de La Habana hacia el barrio de Regla cada 10 ó 15 minutos; sirve de logotipo al equipo de béisbol de la capital y para no abrumar, es la etiqueta del ron cubano más conocido, el Havana Club, con una venta acreditada en 90 países. Pese a ello, su historia real aún hoy se halla dispersa, ya que no existe un texto único, aglutinador, que concentre conceptualmeate toda su trayectoria. Esta obra es considerada el único ejemplar que ilustra nuestro arte escultórico de los seiscientos... esa mujer de gesto arrogante no exenta de coquetería, cuyo ropaje de graciosos pliegues se ajusta al cuerpo, acentuando, más que cubriendo sus formas.

Se pregunta el que no conoce ¿cuál es el misterio de esta duplicidad? A principios de la década de 1960, el Consejo Nacional de Cultura determinó bajar de su pedestal la estatua original y en su lugar colocar una réplica. Con el antecedente del violento huracán que azotó La Habana en 1926 y derribó y dañó la figura, se decidió encomendar al escultor Hipólito Nodarse la realización de un duplicado. La pieza original pasó a formar parte de las colecciones primeramente del Museo Nacional de Bellas Artes, desde marzo de 1986 del Museo de la Ciudad, y en 2008, por indicación del doctor Eusebio Leal, devino la obra más relevante del castillo, después del propio inmueble. Esta escultura en bronce, concebida como veleta, con el tiempo se convirtió en el símbolo más antiguo de La Habana. Su realización fue encomendada por el gobernador Juan Bitrián de Viamonte, cuyo mandato abarcó de 1630 a 1634, a Gerónimo Martínez Pinzón, fundidor habanero.



Quedó inscrito entonces ese nombre en la historia a través de esta obra, considerada la primera de su tipo concebida en Cuba. Sin embargo, La Giraldilla no es la única pieza de este artífice que se exhibe en el museo: gracias al investigador Pedro A. Herrera López, quien documentó y escribió detalladamente la historia de La Real Fuerza, en especial de La Giraldilla, se conoció sobre una campana con fecha de 1644, fundida por Martínez Pinzón para el Convento de Santa Clara, el primero que tuvo La Habana para una orden femenina. Al abandonar, las clarisas ese enclave en 1922, trasladaron la pieza hasta la torre del nuevo convento en la barriada habanera de Lawton. Por decisión del Cardenal Arzobispo Jaime Ortega Alamino y de la Orden Franciscana, la obra fue donada a la Oficina del Historiador y colocada el 7 de febrero de 2011 a la diestra de La Giraldilla.

La fortaleza que nos ocupa reemplazó a la torre construida por Mateo Aceituno entre 1538 y 1540, durante el gobierno de Hernando de Soto, y presumiblemente ubicada donde se encuentra hoy la Capilla de Loreto en la Catedral de La Habana y la zona contigua de la calle San Ignacio (estudios arqueológicos sacaron a la luz un gran basamento que se cree que haya correspondido a esta fortificación). Durante el asalto y toma de La Habana por Jacques de Sores, en julio de 1555, esta torre fue derruida casi totalmente por lo que doña Juana de Austria, regenta de España, ordenó por Real Cédula (9 de febrero de 1556) construir una nueva fortaleza que protegiera el ya significativo enclave. Para ello fue nombrado Jerónimo Bustamante de Herrera, que no llegó a La Habana debido a su muerte repentina. En su lugar vino -en 1558- Bartolomé Sánchez quien estuvo a cargo de la obra hasta 1562 en que fue sustituido por el maestro de cantería Francisco de Calona. El 27 de abril de 1577 se da fe ante el notario Gaspar Pérez de la terminación de La
Real Fuerza.



Esta historia del castillo se hace acompañar de piezas halladas durante las investigaciones del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, al calor de las más recientes labores de restauración. Se trata de detalles que nos acercan al hombre anónimo que habitó la fortaleza: botones de latón para uniformes, hebillas para correas de aditamentos militares, fragmentos de pipas, dados de hueso, monedas y balas.

Los inicios de la navegación en el Caribe están representados a través de la reproducción de una canoa, obra del escultor Aramís Jústiz Perera, y de herramientas como las gubias de conchas y las hachas petaloides con que las comunidades aborígenes labraban los grandes troncos para la fabricación de embarcaciones. Modelos de las naves del almirante Cristóbal Colón remiten a la llegada de los conquistadores a estas tierras y se explican los albores de las construcciones navales a la usanza europea en el oriente de Cuba.
El castillo como receptor de la riqueza del llamado Nuevo Mundo expone en sus salas las materias primas y suntuosos objetos que la arqueología subacuática ha rescatado y cuyo destino era la Metrópoli. Muchas embarcaciones pertenecientes a las flotas de Nueva España y de Tierra Firme nunca arribaron a La Habana. Sus restos yacen hundidos en las costas cubanas, algunos de ellos como los pecios Inés de Soto, el Fuxa o la almiranta Nuestra Señora de Las Mercedes, fueron hallados por la empresa CARISUB, hoy SERMAR. Estos se encuentran representados en el museo por parte de su carga: monedas acuñadas en América, discos de oro y plata, cadenas, anillos y otras joyas de los siglos XVI y XVII. ampliar personales?



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