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Sistema Informativo Multidimensionale del "Castillo de la Real Fuerza"




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Museo de la ceramica artistica

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• Museo de la ceramica artistica

El Museo Nacional de la Cerámica Contemporáne Cubana fue fundado en mayo de 1990, y tuvo como sede el Castillo de la Real Fuerza, sitio en el que permaneció durante quince años como institución subordinada al Consejo Nacional de las Artes Plásticas. En mayo de 2005 inicia el traslado de su colección a la Casa Aguilera, como institución perteneciente a la Dirección de Patrimonio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. El museo ha ocupado dos inmuebles de importancia patrimonial, el principio fundamental de su museología y consecuente proyecto museográfico debió, por fuerza, tener en cuenta el respeto al significado que poseen para el patrimonio nacional tales locaciones. Por ello se diseñaron vitrinas situadas al centro de los espacios para no interferir la observación del marco arquitectónico y, al mismo tiempo, favorecer la apreciación de exponentes cuyas características tridimensionales demandan que se gire en torno a ellos.

Ubicada en la esquina de Mercaderes y Amargura, la Casa Aguilera se distingue por su elegancia y majestuosidad; en 1728 fue totalmente remodelada por su segundo dueño, el capitán Francisco Basabe. Se presume que en la casa vivió el célebre poeta cubano José Fornaris, también radicó allí la primera casa comercial que existió en dicho lugar, fundada en 1874. Esta edificación ha llegado hasta nuestros días conservando su arquitectura original gracias a la restauración realizada por su último propietario Julián Aguilera y Raymond. Los trabajos de investigación histórico-arqueológicos demuestran cómo, a pesar de las transformaciones de su aspecto exterior, la casa se mantuvo según la remodelación concebida por el capitán Francisco Basabe.

El actual uso de la construcción, en la planta baja, contempla el desarrollo de áreas de servicio en torno al patio central, característico de tales casas, derivado de la arquitectura mudéjar que constituye uno de los elementos más significativos de las construcciones domésticas en Cuba durante los siglos XVII y XVIII, y se complementa con una llamativa cubierta de tejas, pies derechos, techos interiores y balaustres de maderas preciosas. Esta planta dispone de varios espacios dedicados al comercio de piezas de cerámica artística, a exposiciones transitorias, a oficina y almacenes, también posee un sitio arqueológico. El entresuelo ha sido destinado a centro de referencias para el tema que define el perfil de la institución.

En la planta alta se ubica el panorama de la cerámica artística cubana desde 1950 hasta nuestros días, donde se exponen las obras realizadas por brillantes creadores cubanos. El museo organiza significativas exposiciones personales y colectivas, también realiza un evento de carácter nacional, la Bienal de Cerámica Amelia Peláez, dedicado a esculturas e instalaciones y en años alternos a la bienal, uno a las vasijas. Bajo su égida, además, han tenido lugar dos exitosas ediciones del Encuentro Internacional de Cerámica de Pequeño Formato con la participación de numerosos artistas del mundo.

Sala I. Los pioneros
La producción de cerámica artística cubana comienza en 1950, cuando el taller de Santiago de las Vegas logra regularizar su trabajo, bajo la dirección del doctor en Medicina Juan Miguel Rodríguez de la Cruz.
"El doctor" invita a destacados artistas contemporáneos a decorar vasijas y placas en su taller y es así que laboran bajo su dirección técnica, Wifredo Lam, René Portocarrero y Mariano Rodríguez entre otros, a quienes se suman, fortaleciendo la nómina del lugar, creadores que van especializando su quehacer en la cerámica, tales como Mirta García Buch, Rebeca García Robés, Marta Arjona y José Miguel González.

Sala II
Este espacio constituye un apéndice de la sala anterior. Está dedicada a Amelia Peláez célebre pintora que, luego de iniciarse como decoradora de vasijas con el doctor en 1950, crea su propio taller y respalda al movimiento con el gran prestigio que ya disfrutaba entonces. Su estilo se relaciona con la asimilación del lenguaje de la vanguardia artística europea a la necesidad de expresión de motivos nacionales.

Sala III Triunfo revolucionario
La década del 60 contempla el desarrollo de otra modalidad de la creación cerámica, cuando el Gobierno Revolucionario funda el Taller de Cubanacán que rápidamente se especializa en esa disciplina. Allí desarrollan su trabajo, artistas a quienes no basta la decoración de soportes dados, sino que demandan volúmenes creados "ad hoc" para su expresión. Estamos ante el desarrollo de la cerámica -digamos escultórica- con la excepción de Reinaldo Calvo, quien sigue apegado a la realización de vasijas con un dominio de los medios que lo hace ganar -en 1970- medalla de plata en la Bienal Internacional de Cerámica Artística de Vallauris, Francia.

Alfredo Sosabravo, pintor, dibujante y grabador devenido ceramista, avanza rápidamente en el modelado de la arcilla y crea su serie de Aparatos, uno de los cuales alcanza medalla de oro en el Concurso Internacional de la Cerámica Artística, Ciudad de Faenza, 1976.
El es, con mucho, la personalidad más destacada, influyente y trascendente del grupo que incorpora a artistas de tan destacada ejecutoria como Julia González, especializada en la impresión de elementos vegetales sobre el barro; José Antonio Rodríguez Fúster, de lenguaje naif y Fernando Velázquez Vigil, autor de objetos sufrientes.

Sala IV Otras figuras
Este espacio presenta obras de artistas relacionados con el Taller de Cubanacán entre quienes figuran Osvaldo Cabrera, Julio Velázquez Ronda y Angel Rogelio Oliva, quienes aportan a la última etapa del taller de Cubanacán como centro generador de arte, antes de que una resolución del Gobierno Revolucionario facilite a los creadores la instalación de talleres privados. Al propio al tiempo, se establecen dos grandes talleres estatales colectivos: uno en Nueva Gerona, Isla de la Juventud y otro en la Playa de Varadero.

Asimismo, esta Sala abre espacio a la obra de pintores como Nelson Domínguez, Zaida del Río y Flora Fong, quienes con mayor o menor constancia decoran cerámica en el Taller de Santiago de las Vegas; también, a las vasijas manipuladas por Salvador Corratgé, pintor abstraccionista de los años 50, quien se dedica a manipular vasijas que levantan -especialmente para él- en el torno, expertos alfareros durante un período que se extiende durante la década de los años 80. Como parte de este momento y vinculados a la tradición de decorar platos -a la mayólica- se incorporan trabajos de los pintores Aniceto Mario Díaz e Isavel Gimeno, junto al caricaturista Manuel Hernández.

Sala V Otras figuras
Aquí se hace un aparte dedicado al fruto de la labor de escultores que hicieron de la cerámica el fin último de su estética. Son ellos, Evelio Lecour, representado con piezas de tres fases completamente diversas de la intensa labor por él desarrollada; Jorge Ferrero, interesado en el abordaje de temas bíblicos; Gloria Lorenzo, dedicada al juego de volúmenes abstractos; Oscar Rodríguez Lasseria, autor de fuertes e imaginativas visiones surrealizantes; Hugo Rubio, Idilio López Arnaud y Pastor Pérez, con obras de distintos años e intenciones comunicativas.

Sala VI Terracota IV
Hacia los años 80 del siglo XX, en la Isla de la Juventud, son instaladas grandes fábricas de cerámica industrial. Artistas de diversas regiones de la Isla Grande, se incorporan al taller Experimental de Nueva Gerona con el objetivo de suministrar prototipos para la producción masiva. La idea no tiene un resultado consistente; pero ellos aprovechan la ocasión para fundar el grupo Terracota IV al que se debe la creación de verdaderas instalaciones, con las cuales sitúan sus productos al mismo nivel que los generados por otras expresiones de las artes visuales en el país. Los integrantes del grupo son Amelia Carballo, José Ramón González, Angel Norniella y Agustín Villafaña; todas personalidades muy bien definidas desde un punto de vista estilístico.
En el mismo espacio hay una obra de Alexis Acanda, especializado en el tema de la emigración, quien trabajara asociado al Grupo Terracota 4 sin pertenecer formalmente al colectivo.

Salas VII, VIII, IX y X: La colección crece
El perfil del Museo está conformado para apoyar la hipótesis de que la cerámica artística cubana se sitúa al mismo plano creativo que las otras disciplinas artísticas del país. Así, la organización de exposiciones personales y eventos colectivos propicia el crecimiento de su colección permanente. Especialmente la Bienal de Cerámica Amelia Peláez presentada en el castillo desde 1991, ha dado a conocer nuevas personalidades cuyos méritos les ganaron a sus obras.

El espacio da cabida, en las cuatro últimas salas, a obras de Rafael Miranda, autor de grandes volúmenes escultóricos relacionada con reflexiones apuntadas a revelar exploraciones de lo interno en el ser humano; Osmany Betancourt, expresionista de excelente proyección volumétrica, creador de grandes estructuras que versan sobre la angustia existencial propia del mundo contemporáneo; Gilberto Gutiérrez, cuyas instalaciones de pared trasmiten profundas reflexiones filosóficas; Roberto Jiménez, concentrado en la ejecución de claustros como signos del encierro; Luis Grasso (Zulimo), interesado en los acordes líricos; Carlos Alberto Rodríguez, autor de sensuales formas escultóricas; Sergio Raffo, a quien se deben murales que trasladan las texturas propias de la xilografía pasada al barro, junto a grandes instalaciones volumétricas de incuestionable calidad estética; y la neoexpresionista Teresa Sánchez. Junto a ellos, otras personalidades de más reciente promoción tales como Raciel Gómez Golpe, David Velázquez, Humberto Díaz, Edel Arencibia y Alder Calzadilla, todos empeñados en la formulación de diversas poéticas plásticas.

El área acoge la creación de vasijas realizadas por una familia de ceramista: el padre (Sebastián Chávez) y sus dos hijos (David e Isaac); así como un registro de piezas de otras dimensiones menores, que dan idea del desarrollo de la que organiza la institución y, por supuesto, de los diversos matices que marcan el ejercicio de la cerámica artística cubana. Esto, a cargo de artistas de varias generaciones y tan distintos entre sí como Marta Jiménez, Pedro Cantero, Angel Puentes, Ángel Hernández La Fuente, José Vázquez Xene, Alain Ferrero e Ignacio Pérez entre otros..






















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