El castillo de Santo Domingo de Atarés (1767), recibió su nombre por el conde de Atarés, padre de Ambrosio Funes de Villalpando, conde de Ricla y gobernador que recibiera la ciudad de mano de los ingleses en 1763. Emplazado en una elevación - la loma de Soto -, antiguamente rodeada por un brazo de mar, domina la ensenada de Atarés al fondo de la bahía.
Su planta compacta es un polígono hexagonal irregular, rodeado por un terraplén amurallado con seis traveses y un foso sobre el cual un puente levadizo conducía a la sencilla puerta de entrada, en arco rebajado coronada por un escudo y dos placas de bronce. Tiene una pequeña plaza de armas rodeada de locales de alojamiento y almacenes abovedados. Una importante escalera conduce al nivel superior donde el terrado aparece delimitado en cuatro de sus lados por parapetos con troneras, como frentes de defensa hacia el interior del territorio - entonces la campiña-, los otros dos lados miran a la bahía que en aquella época llegaba hasta las faldas del castillo.
Son particularmente vistosas sus garitas voladas de planta hexagonal semejantes a las de El Príncipe. Durante la época republicana ha sufrido algunas modificaciones y su glacis se ve amezado por diversas construcciones anacrónicas y el corte de una vía de circulación - calle de Fabrica -; ha mantenido su uso militar. Un proyecto de restauración para el valioso exponente militar está en proceso.