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Sistema Informativo Multidimensionale del "Castillo de la Real Fuerza"




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• Las murallas

Las murallas de tierra y de mar de La Habana (1674-ca. 1740), fueron las obras de fortificación que concentraron mayores gestiones y recursos financieros, estando su proceso de ejecución lleno de incidentes y hasta una Real Cédula detuvo su proyecto en 1656, cuando apenas se había comenzado. Las primeras ideas sobre la necesidad de su construcción datan de 1558, pero solamente 182 años más tarde, se vieron terminadas, desde el barrio de Campeche al sur, hasta el barrio de La Punta al norte. En 1654, hubo un proyecto de sustituirlas por un canal de agua, con el mismo recorrido.

El año 1740 se toma para la terminación desde La Punta hasta La Tenaza, y de ésta el Hospital de Francisco de Paula. Habían quedado pendientes algunos tramos del borde marítimo, ya que el litoral sólo se abría frente a la plaza de San Francisco, con la Aduana para el despacho de los buques. Como toda obra dilatada, su autoría se comparte entre varios profesionales. Se tiene por proyecto inicial una traza de Ochoa de Luyando o Ullando de 1558, y hay planos de Cristóbal de Roda (1603) con descripción del trazado de la ciudad y la muralla, y otro con una variante previendo el crecimiento urbano. También un plano de Juan de Ciscara (1677), con la obra realizada hasta aquel momento y la pendiente. Como planos de mayor información y rigor se citan los del ingeniero militar Bruno Cavallero: “Recinto de la Plaza de La Habana” (1727) y “Puerta Principal de la Muralla” (1729).

La muralla por su frente de tierra tenía nueve baluartes y un semibaluarte unidos por cortinas, según plano levantado por Luis Huet en 1776. Con un promedio de diez metros de altura y un grueso de metro y medio, tenía una extensión de cinco mil metros, sumando el frente de mar. Los baluartes llevaban los nombres de San Isidro, Belén, San Pedro, Santiago, Monserrate, La Pólvora, San Juan de Dios, El Angel y San José. Tenía una Puerta Principal o de Tierra, dando a la calle Real o de la Muralla, y otra para comunicar con La Punta. Con el transcurso del tiempo se fueron abriendo otras puertas, para facilitar la comunicación con la ya importante ciudad extramural. Entre otras se recuerdan la del Arsenal de excelente diseño barroco, la de la Tenaza, conservada y en el siglo XIX la de Colón y correspondiendo con las calles del Obispo y de O'Reilly, las dos de Monserrate - por su diseño arquitectónico de estilo neoclásiclo-, que fueron motivo de inspiración para varios grabados.

De la muralla de mar, sólo quedan restos arqueológicos del frente de La Maestranza, con una garita, y otro tramo pequeño al fondo de la iglesia de San Francisco de Paula. Pero por documentación gráfica se conocen algunos detalles, como la cortina frente al castillo de La Fuerza con camino de ronda volado sobre ménsulas de piedra. Para esta magna obra se movilizaron miles de peones y esclavos de la oligarquía habanera, situados de México asignados por la Corona y sumas extraídas de contribuciones e impuestos de los propios vecinos. Su eficacia defensiva jamás fue puesta a prueba y su derribo comenzó en 1863, continuando hasta principios del siglo XX. Fue sólo el más engorroso proceso constructivo, a cuya sombra se encubrieron desvíos económicos de toda índole, como ha sido usual en la historia con los grandes planes constructivos oficiales.

Con su desaparición, la ciudad se liberó de un molesto cinturón que impedía su normal desarrollo y funcionamiento, creando de paso en el terreno liberado el famoso Reparto Las Murallas, que habría de marcar la ciudad hasta nuestros días con su desarrollo urbano de escala monumental. Sendos cañonazos anunciaban a la población la apertura y el cierre de las puertas. La ceremonia del cañonazo de las nueve de la noche, que se realiza en la fortaleza de La Cabaña, recuerda a los habaneros aquella costumbre. De las murallas sólo quedan actualmente restos, como la citada puerta de La Tenaza y varios lienzos de cortina de tierra en sus cercanías, unos cuarteles, la garita del Angel y la de la Maestranza de la cortina de mar. Una lápida donde se esculpieron los nombres del rey Felipe V y del gobernador Dionisio Martínez de la Vega, recordaba la inauguración oficial en 1738.










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